La música que marcó tu adolescencia y aún te acompaña

Porque algunas canciones no pasan... se quedan a vivir en ti.

Hay canciones que no solo suenan: se incrustan en la memoria como si fueran capítulos de un libro que aún seguimos leyendo. A veces basta una introducción de segundos para que vuelvas a tener 15 años, los auriculares prestados, la mirada al techo y la vida entera por delante.

La música de tu adolescencia no es solo parte de un recuerdo: es parte de tu formación emocional. En esos años donde todo era intenso —el amor, la rabia, la incertidumbre, la euforia—, las canciones fueron más que melodías: fueron consuelo, escape, grito, compañía.

Y lo sorprendente es que, aunque hayan pasado décadas, siguen teniendo un poder único sobre ti.

¿Por qué la música adolescente deja huella?

Según diversos estudios en neurociencia, el cerebro adolescente experimenta los estímulos emocionales de forma amplificada. Esto significa que la música que escuchabas en esos años literalmente se graba con más fuerza y profundidad que la de cualquier otra etapa de la vida. Por eso, volver a escucharla no solo trae recuerdos: activa emociones intensas y auténticas.

Volver a esas canciones hoy puede:

• Mejorar tu ánimo en minutos. No importa el género: lo que importa es que esa canción te pertenece.
  
  

• Reducir la ansiedad. Escuchar música significativa estimula zonas del cerebro que calman y equilibran el sistema nervioso.
  
  

• Reconectarte con tu identidad. A veces la vida adulta nos aleja de lo que fuimos. Esa canción puede devolverte el recuerdo de quién eras... y por qué aún importa.
  
  

• Despertar recuerdos valiosos. No solo eventos, sino sensaciones: cómo amabas, cómo soñabas, qué te conmovía.
  
  

• Unirte a otros. Compartir esa música con tus hijos, amigos o pareja puede abrir conversaciones profundas y generar vínculos inesperados.

  

Haz el ejercicio: crea tu playlist de adolescencia

Dedica una tarde a buscar esas canciones que te marcaron. No importa si eran cursis, ruidosas, intensas o simples. Si fueron tuyas, valen.

Incluye:

• Canciones de tu primer amor
  
  

• Temas que bailaste mil veces
  
  

• Música que te hacía llorar en silencio
  
  

• Esas letras que creías escritas para ti
  
  

• El "himno" de tu grupo de amigos
  
  

Escúchalas sin prisa. Canta. Llora si hace falta. Ríe. Baila.
Y si te animas, compártela. Porque hay algo profundamente hermoso en decir: “Esto me formó. Esto me salvó. Esto me hizo quien soy.”

Bonus: compártela con tus hijos (aunque digan “eso es muy viejo”)

Hazlo sin esperar que les guste. Solo comparte. Deja que te escuchen cantar, que vean lo que te emocionaba. No es una clase de historia. Es un regalo de humanidad.

Y quizás, sin que lo digan, entiendan un poco más de quién eres.

Por

Alondra Utrera